A menudo acuden a consulta pacientes preocupados porque oyen crepitaciones, crujidos o chasquidos en sus rodillas, muñecas, tobillos, etc. a la hora de hacer deporte o en ciertos movimientos de su vida diaria.
Las creencias de que sus articulaciones crujen suelen ser generalmente negativas, con pensamientos como "estaré dañando mi cartílago articular", "algo no funciona bien", "estaré desgastando en exceso la articulación", "creo que debería dejar de hacer ejercicio".
Lejos de asociar el sonido con un desgaste o degeneración, los crujidos articulares son consecuencia de liberación de estrés articular en forma de gas. La mayoría de pacientes ven como solución dejar de hacer ejercicio, pero la realidad es que la inactividad y el déficit de fuerza implicará un menor soporte muscular, el cual nos ofrece la estabilidad articular necesaria. Es decir, las consecuencias a largo plazo serán, en la mayoría de las ocasiones, peores para nuestras articulaciones.
Hablando en términos de salud, deberíamos sustituir la palabra dejar por adaptar. Tenemos que evaluar, diagnosticar y valorar la articulación, y en función de las necesidades del paciente, adaptar su trabajo para mejorar la función.
Por ello, en fisioterapia insistimos tanto en que cada paciente es único y que debemos individualizar el tratamiento. En ocasiones, disminuir la carga de fuerza de una rodilla en un paciente que realiza un deporte de impacto (running, trail, balonmano, baloncesto...) podemos obtener el resultado contrario y debilitar las estructuras periarticulares necesarias para una buena estabilidad.
Pongamos un ejemplo práctico.
Corredor que acude a consulta con dolor de rodilla y lleva un tiempo escuchando esos crujidos, incluso recuerda que posiblemente los tenía antes que dolor.
Tras una buena anamnesis, exploración y análisis de su contexto deportivo (días de entrenamiento, horas empleadas, intensidad, planning de competición), nos centramos en buscar cuál es la causa del dolor. En la mayoría de los casos el dolor es de tipo inespecífico y nos viene derivado de un desajuste muscular de cuádriceps, una mala estabilidad de cadera, un fallo en la técnica o falta de fuerza de músculos accesorios. Rara vez el chasquido va a asociado al dolor, aunque en algunos casos es posible.
Por todo ello, es importante educar a los pacientes y explicarles que estos ruidos o crepitaciones no son patológicas y no van asociados a daño en la articulación.
Además es importante cuidar el lenguaje de comunicación de todos los profesionales sanitarios, porque las creencias que generaremos en los pacientes serán clave a la hora de afrontar la resolución de su problema.
Si el paciente entra a consulta y lo que escucha es: "uff qué mala pinta, suena demasiado", le estaremos metiendo un componente psicológico peyorativo que generará dudas, miedos y posible evitación , y esto será clave para afrontar el problema.
Si este es tu caso y crees que te podemos ayudar, puedes pedir cita con nosotros aquí.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Robertson, C. J., Hurley, M., & Jones, F. (2017). People's beliefs about the meaning of crepitus in patellofemoral pain and the impact of these beliefs on their behaviour: a qualitative study. Musculoskeletal Science and Practice, 28, 59-64.